Laurel Brunner analiza cómo la industria de la impresión ha reducido drásticamente su impacto medioambiental gracias a los avances tecnológicos, a pesar de la persistente percepción de los residuos de papel. Aunque los hábitos de consumo plantean un reto, la industria sigue buscando prácticas más ecológicas.

A menudo se demoniza a la impresión por tener un alto coste para el medio ambiente, pero en sentido estricto esto es injusto. La idea errónea se basa en la percepción de los residuos de papel, todas esas imágenes de periódicos desechados flotando por las calles de las ciudades. El problema de los residuos es real, pero es incorrecto acusar a la industria gráfica de destrozar deliberadamente el medio ambiente. Incorrecto y desinformado.

Para sobrevivir, las imprentas han tenido que recortar gastos e invertir en la eficiencia de los procesos. Han tenido que automatizarse y desarrollar servicios en línea que faciliten la relación con los clientes y eviten errores que dan lugar a repeticiones y residuos. Puede que últimamente se haya prestado menos atención a la reducción de la huella de carbono del sector de la impresión, pero eso no significa que no se esté haciendo nada para mejorarla.

El impulso hacia una mayor eficiencia comenzó hace más de cuarenta años, cuando la industria pasó de la composición tipográfica en metal caliente a la creación de imágenes de planchas de impresión utilizando datos de salida digitales. Pasó un tiempo antes de que se sustituyera la etapa de película por la de imagen directa a plancha de impresión, pero en cada fase de esta evolución los procesos de producción de medios de impresión se hicieron más eficientes. Se redujeron los consumibles necesarios para crear planchas y la energía necesaria para mantener etapas complejas. Hubo muchas bajas durante esta evolución, entre ellas las de las profesiones tradicionales de composición tipográfica y separación de colores. Los elevadísimos costes asociados a ambas cayeron rápidamente y, a mediados de los ochenta, la revolución de la autoedición puso la composición tipográfica y, finalmente, la gestión del color al alcance de todos. En los noventa, la invención de la prensa digital, que imprime los datos directamente en el sustrato, eliminó por completo la necesidad de planchas de impresión. Con la prensa digital desapareció otra fuente de residuos y emisiones de producción.

El efecto devastador de todo esto para la vieja guardia fue superado con creces por los beneficios para los usuarios de la impresión. La producción de impresión desmitificada era más barata, menos derrochadora y con un impacto medioambiental reducido. El proceso de mejora continúa, ya que siguen surgiendo nuevas aplicaciones para la impresión y las imprentas se esfuerzan por conseguir modelos de producción cada vez más eficientes, por ejemplo utilizando planchas sin proceso. Pero la concienciación de los consumidores sobre la necesidad de reciclar no es tan universal como debería y la minimización de residuos no suele formar parte de la mentalidad. El exceso de envases se acepta con demasiada facilidad en aras de la comodidad. Y admitámoslo, muy pocos consumidores están dispuestos a comprometer sus hábitos o su comodidad en aras de un menor impacto medioambiental. La industria gráfica está haciendo mucho por gestionar y mejorar su sostenibilidad, entre otras cosas porque está dispuesta a adoptar nuevos modelos de producción respetuosos con el medio ambiente. Cambiar los hábitos de los consumidores es otra historia.

Crédito: Foto de Aaron Burden en Unsplash